La vida en el fútbol es tan corta, jugadores entre los 14 y los 18 años, compiten por ganarse un puesto en una escuela o equipo (divisiones menores), para desde allí escalar a la profesional, pero los menores de edad se exponen a distintas violaciones de derechos, como se ha evidenciado, en un informe de la organización Women’s Link WorldWide presentado en la OEA, donde se muestran las dificultades para identificar y atender a las víctimas en la región.
La investigación revela que ninguno de los cinco países (Colombia, Ecuador, México, Paraguay y Perú) cuenta con datos unificados ni fiables, que permitan dimensionar la magnitud y las dinámicas de este delito. En la noticia ampliada por el País cuenta la historia de Juan Carlos, le ofrecieron irse para Honduras. Un “intermediario” lo contactó en una cancha mientras jugaba y un par de días después “se lo llevó” para hacerle pruebas; este es uno de tantos jugadores y jugadoras que son enviados a ciudades grandes ―lejos de su lugar de origen―, en las que tienen entrenamiento, alimentación y alojamiento, denominados ‘casa hogar’. En este lugar, relata un familiar hizo tareas laborales no apta para menores, como comenta en el testimonio: «Se fue con otros jóvenes del barrio y pasé como cuatro meses sin saber nada de él, porque le quitaron el teléfono, les habían quitado todo, le tocó lavar loza, trabajar en el campo, hacer aseo». Cualquier persona puede proponer a una familia llevarse a su hijo sin que ninguna instancia vigile si es una estafa, una forma de trata o una propuesta seria con garantías para los jóvenes.
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